Hitler, ese pintor

Por sorprendente que parezca, por lo visto Hitler llegó a pintar la cantidad de cuadros suficientes como para que alguien decida abrir una exposición en las que mostrarlos.

Si tratamos de ponernos en el pellejo del creativo que tuvo que desarrollar la publicidad, nos daremos cuenta de lo difícil que tiene que ser plantearte cómo lograr atraer a la gente a una exposición cuyo autor es más que odiado por todos (vamos, que comercialmente no atrae demasiado).

Sin embargo, hay que reconocer que el trabajo final es increíble, aquí os lo muestro.

hitler

En a desgana nos presentan lo que fue o podría haber sido la conversación entre el director y el creativo y no tiene desperdicio…

Jefe Supremo– Tenemos un nuevo encargo.
Thomas Tatzl– Cagontó, pero si estoy hasta arriba de curro.
JS– Da igual, soy tu jefe y le he dicho al cliente que se lo vamos a entregar en plazo.
TT– Bleh, el día que me hagan una oferta como Dios manda te van a dar por culo a ti y a tus putos clientes de mierda.
JS– ¿Qué dices?
TT– ¿Eh? Nada, nada. Pensaba en alto. Bueno… ¿en qué consiste el marrón? Digo, el trabajo ¿Qué tengo que hacer?
JS– Pues se trata de hacer el cartel de una exposición de arte. Pinturas en concreto.
TT– Ah bueno, pues nada. ¿Tenemos alguna imagen de los cuadros expuestos o algo?
JS– Bueno sí, pero es que no te he dicho quién es el artista y ahí está el quid de la cuestión. El artista es Hitler.
TT– ¿Hitler? ¿Te refieres al Hitler del bigote? ¿El joputa ese? ¿El de la peli de Chaplin?
JS– Justo.
TT– ¿Pero ese tipo pintaba?
JS– Pues sí, pero muy mal. No te imaginas lo chungos que son sus cuadros así que, mejor ni te plantees poner uno en el cartel porque no iría ni Dios a ver la exposición.
TT– Juer, juer. ¿Y qué coño hago? Hitler… pintura… Hitler… pintura… mmmmmm… un momento. ¡Creo que lo tengo!