La vida del marketing de la muerte

Aquarius Campaña de ex condenados del corredor de la muerte

Aquarius ha vuelto a dar otra vuelta de tuerca a la publicidad que hace de la muerte un elemento de marketing. En esta ocasión, saca a penados salidos del corredor de la muerte, y librados finalmente, y los pone a recorrer el Camino de Santiago, precisamente en Año Santo Jacobeo.

Se trata de una campaña de marketing que ahora mismo aparece en televisión, en Internet y en otros soportes publicitarios y que tiene una gran difusión.

Una campaña montada alrededor de la valía de la vida con quienes estuvieron a punto de perderla. Un spot en el que los ex presos beben latas de Aquarius en un ambiente natural en compañía de otros penados que también se salvaron de que se les aplicara las descargas de la silla eléctrica o las inyecciones letales.

Los creativos juegan con ideas muy emocionales, unas básicas y otras mucho más complejas. Argumentos como la alegría de vivir, la idea de que la justicia existe, la fuerza del vínculo de la amistad, el sentido de la propia identidad y hasta cierto aroma espiritual, que, por otra parte, es común a la marca Aquarius, como hemos podido comprobar en otras campañas anteriores.

Las marcas que asocian sus productos con la energía de la vida y con la muerte, por contraste, han dejado muchos ejemplos en los últimos años.

Benneton hizo lo mismo mostrando la agonía de enfermos de sida para vender moda de colores o Coca Cola, en otro spot, cuando las mujeres de la vida de un supuesto gigoló arrojaban su ataud desde el borde de un muelle en un ambiente festivo. Del mismo modo, lo hizo Pepsi cuando sacó su Pepsi Max en 2008.

Pepsi hizo suicidarse de varias formas distintas a una última caloría que ya no podía disfrutar de hacerce chicha en cuerpo ajeno. Se cortaba las venas, se ahorcaba, se envenenaba, se disparaba a la cabeza, se asía a una bomba y también se quemaba a lo bonzo con una lata de gasolina.

La pregunta que me hago alrededor del ejemplo de Aquarius o los de Benneton, Coca Cola, Pepsi Max y tantos otros es si resulta lícito llevar la muerte, la enfermedad y su crueldad a los ojos del consumidor para oponerla a la vitalidad, el valor principal de sus productos.

Sólo por hacer virtud de un principio del marketing. Mostrar dos realidades extremas para, por simple contraste, realzar y reforzar el producto propio. Con esta publicidad dirigida, las marcas llevan su vitalidad más allá de la vida.